martes, 11 de junio de 2013

Te llamaré Elena

Te encontré un día mientras paseaba a mi perro, estabas en la tierra envuelta en una especie de pelusa. Te levanté y te observé. Qué sabia es la naturaleza ¿cómo haría para crear esa pelusa donde tú estabas envuelta?. No estabas sola, había unas 30 más iguales a ti. Te guardé en mi bolso junto con tus hermanas y te llevé a casa.
Yo había estado intentando sembrar otros árboles pero no logré hacer germinar sus semillas. Flamboyán, Samán y Orejas de negro; no vi retoñar ninguna pero para el momento en el que te encontré aun estaba entusiasmada con ellas. Admito que tu no me provocabas ninguna emoción, no esperaba nada de ti.

En casa hice lo mismo que hice con otras semillas, te metí en un envase con agua por varios días. Esos días estuve atendiendo a las otras semillas, plantándolas, regándolas pero con ellas nada pasó. Un día pasé y te vi, noté que algo salía de ti y de tus hermanas, algo diminuto. Te dejé en tu lugar y me olvidé de ti. Aun no llamabas mi atención.

Días después, estaba plantando otras semillas y me acordé de ti. Tomé un macetero, hice espacio entre el abono y sin vacilar vacié el envase con las semillas en el macetero. Todas juntas, ni siquiera las separé en grupos como hice con otras semillas. Solo quería salir del paso, deshacerme de ti.

Me diste una gran sorpresa cuando a las semanas siguientes te encuentro a ti y a tus hermanas abriéndose paso entre la tierra y en dirección al sol. Saliendo de aquella semilla donde estuvieron tanto tiempo.

Pensé en sacarlas de allí ya que sabía que estaban en el fondo amontonadas. Eso hice, preparé dos maceteros con botellas de plástico. Las abrí en el centro con un cuchillo caliente. Quedaron como unas canoítas. Las llené de tierra abonada y rocié con agua para humedecer la tierra. Luego, con un cuchillo pequeño de plástico, fui escarbando entre la tierra del macetero en donde estabas y encontré varios retoñitos saliendo de su semillita.


Entonces te vi, Elena. Me quedé maravillada con tu belleza, pensando en cómo habías salido de aquella pequeña semilla. Yo no te presté atención antes, no te di mi dedicación como se la había dado a otras semillas; aun así tú te las arreglaste para salir de allí. 
Te observé mientras te sostenía en mi mano y te sentí como algo mío, de lo que soy parte, como una hija. No me preguntes por qué pero ese nombre llegó a mi mente mientras te veía y con ese nombre te quedas hasta que sepa tu nombre real, o incluso después de eso.
Te sembré a ti y a tus hermanas en el nuevo macetero con mucho cuidado. Esta vez las separé en varios grupos y los llevé al jardín.

Ahora te ganaste mi dedicación, Elena y espero verte crecer para un día llevarte a un mejor lugar y te conviertas en un gran árbol. Entonces iré a visitarte para disfrutar de tu sombra y seguir sintiéndote mía.