Como un juguete prestado, como algo que no me pertenece y que debo regresar. Que aunque me guste mucho y disfrute jugar con él, sé que no es mío.
Que no puedo encariñarme porque quizas él desee regresar con su dueña y su dueña con él.
Sin embargo, puede que me quiera robar este juguete :)
lunes, 19 de agosto de 2013
Juguete prestado
viernes, 19 de julio de 2013
Siempre regreso a ti.
Estoy parada en la entrada de un habitación, al fondo de ella estas tú; con una mano sostengo la manilla de la puerta. Frente a mi veo un futuro, uno donde encontraré lo que tú no pudiste darme: amor. Estoy a punto de dar un paso y tú no me detienes. Volteo hacia atrás y te observo, imagino por un momento una vida sin ti. Cierro la puerta y regreso a ti una vez más.
Un paso adelante implica dejarte atrás, quedarme sin ti. Implica que ya no estés en mi vida y es algo que no quiero. Así lo nuestro no tenga un nombre, así el futuro sea mejor que estar contigo, aún sabiendo que no me amas y que no me detendrás si me quiero marchar; eres parte esencial de mi vida, eres mi amigo.
martes, 11 de junio de 2013
Te llamaré Elena
Te encontré un día mientras paseaba a mi perro, estabas en la tierra envuelta en una especie de pelusa. Te levanté y te observé. Qué sabia es la naturaleza ¿cómo haría para crear esa pelusa donde tú estabas envuelta?. No estabas sola, había unas 30 más iguales a ti. Te guardé en mi bolso junto con tus hermanas y te llevé a casa.
Yo había estado intentando sembrar otros árboles pero no logré hacer germinar sus semillas. Flamboyán, Samán y Orejas de negro; no vi retoñar ninguna pero para el momento en el que te encontré aun estaba entusiasmada con ellas. Admito que tu no me provocabas ninguna emoción, no esperaba nada de ti.
En casa hice lo mismo que hice con otras semillas, te metí en un envase con agua por varios días. Esos días estuve atendiendo a las otras semillas, plantándolas, regándolas pero con ellas nada pasó. Un día pasé y te vi, noté que algo salía de ti y de tus hermanas, algo diminuto. Te dejé en tu lugar y me olvidé de ti. Aun no llamabas mi atención.
Días después, estaba plantando otras semillas y me acordé de ti. Tomé un macetero, hice espacio entre el abono y sin vacilar vacié el envase con las semillas en el macetero. Todas juntas, ni siquiera las separé en grupos como hice con otras semillas. Solo quería salir del paso, deshacerme de ti.
Me diste una gran sorpresa cuando a las semanas siguientes te encuentro a ti y a tus hermanas abriéndose paso entre la tierra y en dirección al sol. Saliendo de aquella semilla donde estuvieron tanto tiempo.
Pensé en sacarlas de allí ya que sabía que estaban en el fondo amontonadas. Eso hice, preparé dos maceteros con botellas de plástico. Las abrí en el centro con un cuchillo caliente. Quedaron como unas canoítas. Las llené de tierra abonada y rocié con agua para humedecer la tierra. Luego, con un cuchillo pequeño de plástico, fui escarbando entre la tierra del macetero en donde estabas y encontré varios retoñitos saliendo de su semillita.
Entonces te vi, Elena. Me quedé maravillada con tu belleza, pensando en cómo habías salido de aquella pequeña semilla. Yo no te presté atención antes, no te di mi dedicación como se la había dado a otras semillas; aun así tú te las arreglaste para salir de allí.
Te observé mientras te sostenía en mi mano y te sentí como algo mío, de lo que soy parte, como una hija. No me preguntes por qué pero ese nombre llegó a mi mente mientras te veía y con ese nombre te quedas hasta que sepa tu nombre real, o incluso después de eso.
Te sembré a ti y a tus hermanas en el nuevo macetero con mucho cuidado. Esta vez las separé en varios grupos y los llevé al jardín.
Ahora te ganaste mi dedicación, Elena y espero verte crecer para un día llevarte a un mejor lugar y te conviertas en un gran árbol. Entonces iré a visitarte para disfrutar de tu sombra y seguir sintiéndote mía.
jueves, 30 de mayo de 2013
Verbo, no sustantivo
De pequeña me enseñaron que no debía lanzar basura a la calle. De grande me he interesado mucho por los temas de la preservación del ambiente, los nuevos inventos ecológicos, incluso comparto mucha información relacionada en las redes sociales. Me gusta observar la naturaleza y fotografiarla cuando puedo. Eso es lo más ecologista que he sido hasta ahora.
Recordaba a Arjona y su canción: "Jesús verbo, no sustantivo". "A Jesús le gusta que actuemos, no que hablemos". Tanto que juzgo a los religiosos que se llenan la boca con pasajes bíblicos pero en sus días escasean las buenas acciones. Me di cuenta que no bastaba con interesarme en los temas ecológicos, con guardarme el papelito en el bolsillo hasta encontrar una papelera. Debía comenzar a actuar, a llevar mis palabras a hechos, debía ser verbo, no sustantivo.
Ahora estoy intentando sembrar árboles. Tengo semillas en mi casa esperando a que retoñen y les dedicaré espacio en este blog cuando aparezca la primera hoja. Pronto participaré en un proyecto ecológico en mi universidad. Quiero ser una ecologista en la acción y no solo en las palabras.
martes, 28 de mayo de 2013
Viajando con un desconocido
Levantas el pulgar y un auto se detiene, el conductor es un chico de cabello largo y ojos café. Subes al auto y luego de un largo viaje, una interesante conversación y un par de besos, se enamoran. Sí, claro...
Tenía 17 años y vivía a 116 km de mi ciudad natal. A temprana edad me tocó vivir esa experiencia, vivir sola (sin mis padres) en una residencia estudiantil. En esos tiempos era una "rockerita", vestía de negro y no me preocupaba por mi apariencia. Tenía un novio; un chico desalineado, muy delgado, de cabello largo y de lentes. Él tenía una banda y vivía en mi ciudad. Todos los viernes salía temprano de clases y viajaba para verlo antes de llegar a casa con mis padres.
Un viernes como cualquier otro, salí temprano de clases y regresé a mi residencia para buscar a Penélope, mi maleta (Sí, mi maleta tenía nombre). Con Penélope a mi lado caminé hasta la parada de autobuses, pasaron 15 minutos y aún no llegaba el bus, así que decidí levantar mi pulgar. Era algo habitual para mi "pedir cola" ya que por esa zona hay muchas residencias estudiantiles, y los estudiantes acostumbrábamos a pedir que nos llevaran a la universidad. Entre los conductores que se detenían, la mayoría eran estudiantes o profesores de la misma.
Ese día no se detuvo un estudiante, tampoco un profesor. Era un ciudadano común, un hombre moreno de aproximadamente 40, 45 años de edad. Le dije: necesito llegar al peaje. Él dijo "sube" con una sonrisa. Subí al auto y partimos. Conversamos un rato, me preguntó hacia dónde iba y qué estaba estudiando. Hasta el momento estaba muy tranquila, ingenua al fin, no pensaba que algo malo me podía suceder. Cuando estábamos casi por llegar al lugar donde me bajaría, me sorprendí al ver que tomó la calle que le conducía a la autopista. Le pregunté por qué lo había hecho y me respondió que no tenía nada que hacer, que me llevaría hasta mi ciudad. Por un momento pasaron por mi mente todos los posibles titulares de prensa: "Encuentran el cuerpo sin vida de una estudiante de ingeniería. Violada y asesinada por pedir cola.". Las voces de mi papá advirtiéndome de los peligros de la ciudad y esa frase "No hables con desconocidos". Me puse el cinturón y me acordé de mi religión.
El camino se hizo largo. Durante el viaje él intentaba conocerme y yo intentaba disimular mi nerviosismo. Recuerdo que me hizo buscar entre sus cd's alguno que me gustara escuchar. No encontré ninguno de mi agrado, sin embargo coloqué uno de música romántica. En el camino me contó que tenía familia en mi ciudad, lo cual me hizo temer que me llevaría hasta allá, un zona que yo no conocía. Al llegar pasamos un par de señales que indicaban la ruta a la zona que había mencionado, luego de eso pude respirar con tranquilidad. Finalmente, me dejó en el lugar donde mi novio me esperaba. Le agradecí por "la cola" y pidió mi número antes que bajara del auto. Dije que no con una sonrisa, cerré la puerta y caminé muy rápido hasta alejarme.
De la que me salvé. Nunca más volví a pedir cola.
Rosa de Montaña
Hace algunos meses atrás, regresaba a casa en el carro con mis padres, venía observando por la ventanilla y al pasar por una calle que se encuentra cerca de las montañas, noté algo anaranjado, muy llamativo, como un erizo; estaba sobre las ramas de un árbol. En el momento no supe que era, le dije a mi papá que se detuviera porque había visto algo. Se detuvo y yo me bajé del auto y caminé hasta la isla donde se encontraba aquel árbol. Era impresionante su belleza y su color tan intenso. Regresé al auto, busqué mi cámara y tomé varias fotografías. Para entonces no sabíamos si se trataba de una flor o de una especie de hongo, ya que no parecía una flor común, sobresalía de una de las ramas del árbol.
Pasaron los días y no encontramos a alguien que nos dijera que era aquella extraña flor (o si acaso lo era). Era época de sequía y los arboles estaban botando sus semillas, mi mamá quería sembrar árboles y yo tenía una nueva afición: tomar fotografías a las flores (http://instagram.com/orioh8). Éramos el dúo perfecto. Salíamos a hacer ejercicios, caminar, trotar, subir la montaña, etc.; ella llevaba una bolsa para recoger las semillas y yo llevaba mi cámara. Una mañana fuimos a subir la montaña y en el camino volvimos a pasar por el lugar donde había visto aquella hermosa flor. Esta vez el árbol estaba lleno de flores. Estuvimos un rato observando y buscando en la tierra las semillas. Mi mamá las encontró donde menos esperábamos:
Las tomamos y las llevamos a casa. Mi mamá dejó al sol las vainas por varias semanas, para que secaran y fuera más sencillo extraer las semillas.
Navegando en la red, descubrimos que se llama Rosa de Montaña. No me queda claro de dónde es originalmente puesto que algunas páginas web dicen lugares distintos pero leí también que tiene usos medicinales. Les dejo otras fotografías que pude tomar de la Rosa de Montaña en distintas etapas de su crecimiento:
Logramos extraer las semillas, eran muy pequeñas. Las dejamos en una botella con agua durante 4 días aproximadamente, leímos en la red que era una buena forma de hacerlas germinar. De muchas semillas muy pocas germinaron. Aún así, las sembramos todas. Las repartimos en grupos de cuatro en cada matero.
Han pasado dos meses, ya empezó la temporada de lluvia y así van creciendo:
Como podrán notar en la última fotografía, sólo dos grupos de las semillas que plantamos han retoñado y eso incluye las semillas de otros árboles que intentamos hacer germinar (Samán y Oreja de Negro). Esperamos que sigan creciendo y que podamos sembrar un árbol, dos o más. Ni mi mamá ni yo lo hemos hecho antes, así que es una gran experiencia para nosotras. Pronto les contaré como nos va.
Gracias por leer.
Oriana.
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